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Compadezcan al lector por Kurt Vonnegut – Suzanne McConnell

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Si tuviera que elegir un escritor de cabecera sería Kurt Vonnegut Jr. Pese a mi entusiasmo y la labor (discreta) de proselitismo lo cierto es que en mi entorno ha despertado poco entusiasmo, pero Vonnegut es de los pocos escritores que leo y releo con cierta frecuencia y donde siempre encuentro matices diferentes. Es llamativo al menos para mi que me sienta más en sintonía con un tipo de Indiana que vivió la segunda guerra mundial a un Javier Marías, no digamos ya escritores coetáneos.

El misterio es por qué Vonnegut ni es conocido ni llama la atención del público general al menos en España donde siempre tuvo una aceptación discreta pese a que hablamos de un tipo que sonó para el Nobel varias veces (nunca estuvo cerca y los desbarres de sus últimos tiempos lo alejaron definitivamente del tema, que viendo lo visto en tiempos recientes igual fue para mejor).

Supongo que hay dos factores principales, uno es la imaginación de Vonnegut plasmada en el hecho de que muchos de sus libros incluyan elementos humoristicos o de la ciencia ficción más chafardera, para entendernos, más bradburiana que formal. Un párrafo que te saque una sonrisa o un viaje interespacial ni aunque sea un vehículo perfecto para una metáfora no son serios y punto.

El segundo puede ser que es la engañosa sencillez de Vonnegut. Vonnegut no es farragoso, ni intrincado, ni florido ni nada de nada. Su estilo es sencillo, directo y accesible, y eso hay quien lo ve reñido con ser un buen escritor. Hay quien considera que ser un buen escritor implica ser un coñazo y que un texto indigesto que tras leerlo te deja con el culo torcido intentando descifrar que coño nos quería contar y si lo ha conseguido es sinónimo de profundidad y buena literatura mientras que ser claro y directo no lo es. Hay quien piensa, en resumen, que si un escritor no le dice a cada página que es más inteligente, que maneja un vocabulario más amplio y que escribe mejor que su lector, que es un geniazo, es un autor menor.

Y no. En muchas ocasiones un texto farragoso simplemente indica inacapacidad para hacerlo más accesible al lector, afán de exhibicionismo o, y por desgracia muy extendido, enmascarar el hecho de que en realidad no se está contando nada en absoluto porque no se tiene nada que decir, o si se tuvo en el momento de pensar el libro, no se ha conseguido plasmar.

Pero como recoge la autora, muchas de las frases más icónicas de la literatura son tan simples como Ser o no Ser, En el principio todo era oscuridad o En un lugar de la mancha.

La prosa de Vonnegut muchas veces me recuerdan a un monólogo de Gila. Podemos estar tentados a pensar que es un señor que se ha plantado ahi a soltar ocurrencias peregrinas. Pero no, Gila pulía sus monólogos hasta la extenuación y medía cuidadosamente cada una de las pausas. Y eso mismo hacía Vonnegut. Su simplicidad en la hoja no era ni espontánea ni natural ni sencilla. Ni fácil. Lo mismo puedo decir del humor. Hagan una lista de las diez mejores comedias de la historia, y por cada una de ellas veran que le salen otros diez dramas de cierta entidad. Hacer o usar humor es más jodido que hacer drama.
troutstomb
Vamos con el libro, Suzanne McConnell es una escritora americana que fue estudiante y amiga de Vonnegut y familia y que nos entrega una disección del universo Vonnegutiano. McConnell aborda los diferentes aspectos que pueden dibujar el perfil de Vonnegut, desde el humano al familiar pasando por lo que nos importa más (al menos a mi), lo profesional. Ahí nos encontramos con el retrato más o menos típico del escritor, formación académica, experiencias personales, desarrollo de su voz, preocupaciones principales, apuesta por estilo y demás. El libro es interesante por supuesto para seguidores de Vonnegut, pero tambien imagino que para aspirantes a escritores.

Vonnegut hace una aproximación simple al hecho literario, escribir es tan simple como contar algo que te importa y crees que puede interesarle a alguien de una manera que sea efectiva para hacerle llegar el mensaje. Nada más y nada menos. Por supuesto si los escritores solo pudiesen escribir cuando tienen que contar algo la industria editorial (y ellos mismos) pasarian hambre, pero como principio se le pueden sacar pocas pegas y al mismo tiempo deja claro una premisa que es la que da título al libro. Lo principal es el lector, no trate usted de ser Joyce, añado yo, sobre todo, si no lo es.

Vonnegut asímismo muestra una aproximación pedagógica al oficio alejada del dogmatismo, lo que me sirve a mi puede que a ti no te sirva, te sea útil o te resulte directamente un estorbo. Por supuesto apuesta por lo sencillo y por la economía del lenguaje pero siempre se aleja de lo dogmático y de las reglas fijas, algo coherente con Vonnegut escritor.

El libro es una buena aproximación a Vonnegut, su vocación humanista (un humanista es alguien que trata de hacer el bien a su comunidad sin pensar o esperar una recompensa en este mundo o el siguiente), su formación en antropología, sus intereses por la ciencia, la física, la mecánica o la química, sus problemas con las afecciones mentales o su honestidad total y completa, como cuando reconoce que sobrevivir al brutal bombardeo de Dresde no le cambió absolutamente en nada (a veces ser protagonista de hechos con una carga bestial no tienen mayor efecto que otros hechos cotidianos).

Lo mejor en cualquier caso para conocer a Vonnegut sin duda sea leerlo sin más, sobre todo porque aunque el libro se puede considerar como un estudio bastante completo y documentado en ocasiones no es lo ágil, ligero o excéntrico que solian ser los propios libros de Vonnegut. Se nota que es un trabajo serio y minucioso que aborda todos los temas no siempre, por la proximidad, de manera objetiva pero no puede dejar de reseñarse que en algunos aspectos parace quedarse a punto de rematar la jugada.

Written by Anónimo

febrero 18, 2022 a 11:55 am

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