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Corazón tan blanco – Javier Marías

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Hace muchos muchos años y durante los tiempos de la facultad dejé unos relatos a un amiguete. Al devolvérmelos me dijo que le habían parecido a Marías, a quien, en aquel entonces, yo no había leído por lo que difícilmente podía haber contaminación. Presto (¿quien es ese pelao que escribe como yo?), me puse a ello y no encontré parecido por ningún lado, de hecho me pareció un tostón y lo dejé a medias, cosa rara en aquella época en que consideraba dejar libros a medios poco menos que acto de herejía. Por supuesto la relación con este amiguete concluyó en ese momento (espero que te haya ido bien en la vida, majadero). Y con Marías también, me pareció una cosa para el futuro, para cuando uno tiene los huevos colganderos, como la visitas al proctólogo o las sesiones non stop de wensterns de saldo en el canal 13 tv.

Y como esos que se cogen una toña a Anis a los 15 años y experimentan arcadas cuando lo huelen, no volví a leerlo, bueno si, las columnas, de las que la mayoría de las veces leo solo el primer párrafo a ver si esta enfadado porque no encuentra jubones o faltriqueras en el departamento de hombres de El corte inglés. Javier Marías columnista hace tiempo es una caricatura y como tal no hace falta tomársela muy en serio (imagino que es el riesgo de tener que entregar algo todas las semanas a cambio de la presencia que genera).

Pero hete aquí que el tiempo pasa y la verdad desagradable asoma, y sin que las gónadas cuelguen (aún), ni tenga los huevos canos por demás, decidí subsanar esa carencia histórica aprovechando que hace poco (un par de años) fue el aniversario de Corazón tan Blanco, novela que conoció un éxito similar al del aserejé o la macarena, es decir, tras una buena aceptación en el mercado doméstico (ah, el año 92, que felices éramos los dos) lo petó fuera (Alemania) unos años después (96) y el eco volvería a ponerla de moda en España terminando por vender millones de ejemplares (algo con lo que ahora directamente no se sueña).

Leo que la introducción de Elide Pittareol afirma que la novela pone en crisis valores de la cultura occidental ni más ni menos, y me pongo a ver si es cierto.

La primera consideración es que la novela es la novena del autor aunque en aquella época recién estrenaba la cuarentena y que estaba, como dicen los americanos, en el tope de su juego. Si a mi Yo universitario le hubieran dicho que con 40 años seria un escritor con 9 novelas a sus espaldas habría dado palmas con las orejas y estado tres días celebrando a lo loco que viene panchito. Hoy desde esa edad pienso que bien hubiera hecho Marías en escribir la mitad y vivir el doble. Entiendo que pueda interpretarse como envidia cochina, pero lo pienso de veras y sin acritud alguna.

El comienzo es conocido y bueno, para mi y contrario a algunas opiniones, no equiparable a comienzos míticos de verdad (de hecho, me parece bastante ripioso), «No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña….», pero tampoco esta mal. Este inicio da paso a la primera escena donde una señora se quita la vida con una pistola apuntando al pecho. La escena, sacada de la memoria del autor (una familiar suya por lo visto) es lo mejor del libro, aunque ya nos aparecen los primeros roces. La señora es, según el protagonista, la segunda esposa de Ranz que debió ser su tía Teresa, Teresa Aguilera, pero que no hubiera sido por…..» este galimatías se resume en dos patadas: Teresa Aguilera se suicida y su marido se casa con su hermana, más tarde tienen un hijo que es el protagonista. Valoro la economía del lenguaje como un componente básico de lo que considero que es escribir bien y tiene que estar muy justificado desde algún punto de vista que alguien me cuele un farragoso párrafo de varías líneas para contarme algo que se resume con cuatro palabras, y en este caso no lo encuentro en absoluto, Marías juega a la confusión con trabalenguas de la madre del hijo de quien escribe y a mi me resulta antes molesto que ingenioso.

Volvemos con el protagonista. Juan, traductor en organismos internacionales se casa con Luisa, también traductora también en organismos internacionales. El día de su boda, Ranz (llama al padre por el apellido común) le hace un aparte y le da el consejo de padre a hijo de las películas, hijo, le dice, no le cuentes a tu mujer tus secretos. Yo desde la sabiduría cuñadil adquirida leyendo azulejos en bares castizos añadiría que lo mejor es no contarles nada que no necesiten saber en absoluto, pero dejamos este ramalazo tal vez machista y anotamos aquí este momento padre e hijo pues intuimos que trae tomate. Hay un secreto y hay consecuencias indeseadas de compartirlos con las esposas.

El protagonista piensa en Teresa cuando va a contraer matrimonio porque la decisión le trae presentimientos de desastre, al fin y al cabo se contrae matrimonio, como se contrae el ebola o la triquinosis. Javier ahonda y afirma en boca del prota que casarse es perder el futuro, ya no se es capaz de pensar en el futuro, casarse es una mutua aniquilación. Javier Marías permanece soltero en la actualidad.
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De ahí pasamos a Cuba. Los protagonistas están de luna de miel tras pasar por EEUU y México dónde Luisa contrae una de esas enfermedades fastidiosas que contraen los turistas en Mexico (palabras del autor) y que le harán pasar en cama unos días en La Habana. Aquí se produce otra escena que, conocedores de la anglofilia del autor y su sobeteo a Shakesperare (al menos sobre el carnet, escribiendo acumula los peores vicios del escritor europeo y español), anotamos, desde su balcón asiste a la espera de una mulata por su novio español, y tras una confusión, su encuentro (el de la mulata y el novio) en la habitación contigua desde la que al prota le llega una conversación en que se habla de matar a la mujer oficial y formalizar la situación de la mulata que no acepta ser siempre la querida, uy uy uy uy.

Juan habla como cualquier persona de la calle, del planeta Trafalmadore, cuando su mujer convaleciente le pregunta porque le gritaba una desconocida de la calle responde con un escueto «eso no lo puedo saber yo, puesto que en realidad no era a mi a quien gritaba, sino a otro por quien me tomó. A saber que se habrán hecho el uno al otro.» que podía haber dicho, ni idea, no me gritaba a mi, pues si, pero queda muy vulgar.

Como la cosa es aburridilla cuento hasta varios «como si» en una misma página, porque el resto son reflexiones desde el jergón tipo: «lo que se da es idéntico a lo que no se da, lo que descartamos o dejamos pasar idéntico a lo que tomamos y asimos, lo que experimentamos idéntico a lo que no probamos y sin embargo nos va la vida y se nos va la vida en escoger y rechazar y seleccionar…», ¿Es este el libro de cabecera de Rajoy? ¿que pretende contar con eso?, pues vaya usted a saber, es algo tan genérico que puede valer para todo o para nada, lo que es peor, vamos por 50 paginas y no ha pasado nada aparte de los vecinos de habitación discutiendo, que para Marías ofrece un repertorio inabarcable de posibilidades. Vuelvo a entretenimientos mundanos y cuento el término consuetudinario un par de veces en un par de páginas, como es una palabra que no se puede utilizar al ir al mercado a hacer la compra deduzco que hay que sacarle rentabilidad, la ha pillado por ahí y nos la ha colado un par de veces. No vuelve a aparecer.

Pasamos a las tribulaciones de un traductor donde Marías nos explica varias veces que nada dificulta tanto el escuchar como escuchar dos voces a la vez. Gracias, con eso te hacen un artículo de ciencia en El mundo mientras sigue reflexionando sobre la vida parejil «Una pareja, pensé, que depende y vive de sus obstáculos: una pareja que se deshará cuando ya no los haya, si es que no la deshacen antes esos mismos obstáculos tan fatigosos y prolongados…» o las cosas de la vida en general «»el mundo entero se mueve a menudo solo para dejar de ocupar su lugar y usurpar el de otro, solo por eso..»
Llevamos aquí un rato largo y solo ha habido dos escenas, deduzco que Marias seria el sueño de un director de producción pero la pesadilla de un guionista, volvemos a hacer arabescos extraños con el lenguaje «ambos nos dedicamos sobre todo a ser traductores o interpretes, para ganar dinero (gracias por la aclaración, pensé que era por amor al arte) más yo que ella o con mas constancia, lo cual no quiere decir en modo alguno que yo sea mas competente, antes al contrario, lo es más ella, o al menos así fue juzgado en la ocasión de nuestro conocimiento, o fue juzgado que ella era más fiable en su conjunto….» en serio Javier, ¿es necesaria esta tortura para decir que ella es mejor traductora pero gana menos?, ¿te jode que sea mejor profesional?, ¿que la mujer no este igual considerada? pues dilo hostias, dilo claro y déjate de circunloquios cojones ya.

A estas alturas ya asumimos que todo es puta introspección, la faceta de traductor es una fuente inagotable de anecdotones (simulados) del oficio que, honestamente, no me interesan nada y que tampoco encuentre una relación directa con la trama ni una ampliación de los personajes, a estas alturas quien siga esta crónica ya deduce que quiero que suceda algo, con su mujer, o con la del vecino, pero sigue divagando, eso si nos dice que los traductores hacen lo que les sale del nardo y que nadie vigila sus traducciones porque para eso habría que poner otro traductor y otro ad infinitum. Observo a Borges sonreír desde el cielo, yo bostezo.

Entre las divagaciones por el mundo de los traductores (nunca convenientemente abordado) nos lleva a cuando conoce a su mujer, en una charla entre Felipe Gonzalez (posiblemente en hombre que en mas libros aparece bajo pseudónimo de la historia) que se supone es el toque cómico de la novela, cómico para alguien como Marías. La conversación le sirve para que en boca de Thatcher Marías nos diga que «cualquier relación es siempre un cúmulo de problemas, de forcejeos, también de ofensas y humillaciones». Margaret sigue perorando en un dialogo que no se diferencia en nada al resto de reflexiones con que el libro nos lleva obsequiando y que desembocara en Shakespeare, Macbeth y lo del corazón blanco, pero Marías sigue con su apología de la soltería y nosotros pacientes aguardamos a que suceda algo.

Seguimos hasta la boda donde nos regala otra reflexión del libro de reflexiones para los saduceos, y es que el prota se molesta porque su padre lo llama picaflor, me extraña que no lo rete a un duelo al amanecer, pero es su padre que además le regala frases con las que Coelho vende tazas estampadas «el mundo esta lleno de sorpresas, también de secretos» aunque nos haga aun esperar un par de páginas de paja hasta que efectivamente se hable de secretos o de consejos y volvamos al núcleo de la novela «solo te digo una cosa -dijo- cuando tengas secretos o si ya los tienes, no se los cuentes».

La profesión del padre nos da pie para desbarrar otro poco sobre el arte y alguna obra en particular sin que acertemos muy bien a que viene aunque vaya revoloteando alrededor del secreto. Nos topamos con salacidad, otro término que tal vez no se no se utiliza todo lo que se debería hoy día y yo sigo porque no concibo que algo tan coñazo no conduzca a ningún sitio si hay una mínima justicia en este universo podrido.

Al menos hace un ratico que hemos salido de la habitación de La Habana (comenzaba a pensar que el protagonista era un hikikomori), y Marías nos vuelve a demostrar su vasto conocimiento sobre las relaciones matrimoniales que, ya hemos dicho, no ha conocido, «La verdadera unión de los matrimonios y aún de las parejas las traen las palabras, más que las palabras dichas -dichas voluntariamente- las palabras que no se callan -que no se callan sin que nuestra voluntad intervenga». No se lo afeemos, los curas llevan haciéndolo siglos aunque volviendo al oficio literario, al de contar aquí solo queda la impresión de divagar.

De repente entramos en el segundo morcillote gordo del libro, la trama de Berta, su amiga la coja, y las cintas de vídeo, algo que hoy parece fútil pues se solucionaría en una tarde a base de tinder y fotopenes, pero que al autor le parezca muy pintoresca. ¿cual es la relación con la trama principal o cual es su relevancia insoslayable? Espero una explicación porque la línea que une al elemento masculino con el hombre de cuba y su propio padre es risible. Si yo fuese editor le diría, mira Javier, la historia sórdida de la coja, como que no la veo, vale, si yo fuese editor le hubiese adelgazado el libro a la mitad, por lo menos.

Hemos atravesado un cuarto del libro y cada mierda da lugar a una digresión interminable. Busco una aguja de punto de cruz para pincharme el brazo y comprobar que todas las partes de mi cuerpo siguen con vida. Si fuese un cardiólogo llenaría mi sala de espera con los libros de Javier Marías. Pienso demasiadas cosas para estar haciendo algo que debería absorber mi atención y mi pensamiento.

La trama va avanzando con pesadumbre, con pesadez, con tristeza. El hijo de un pintor conocido de su padre la habla de una primera mujer de este. Resulta que el picaflor no es el hijo, sino el padre, que conoció tres mujeres (de manera oficial), parece que la conversación con el pintor ha aparecido de la nada, y efectivamente, es así, aparece de la nada. A partir de ahí Luisa va desentramando la madeja con sutilezas como «pero tengo entendido que, parta de con quien habría sido mi suegra, usted estuvo casado con su hermana. No debe ser fácil, que a uno lo quieran dos hermanas…» ah las armas de mujer y finalmente otro personaje salido del sobaco, el profesor Villalobos, la termina de esbozar. La conclusión tampoco tiene nada de ágil, se atraganta por exceso de nuevo y porque no hay dios que se crea esa confesión tan rebuscada y barroca. «a veces tengo la sensación de que nada de lo que sucede sucede, de que todo ocurrió y a la vez no ha ocurrido, porque nada sucede sin interrupción, nada perdura ni persevera ni ser recuerda incesantemente….» redios, di de una puta vez que lo hiciste tu joder, tu ordenaste el código rojo ahórranos la agonía de una vez.

A nivel narrativo poco que añadir a lo que se observa en las citas que he incluido y lo que comentaba, no tengo ningún interés en circunloquios baratos, la narración no la hacen avanzar los diálogos (malos y acartonados) o la acción, sino las divagaciones, eso es pesado, las reflexiones me parecen muy del todo a cien «cuantas cosas se van no diciendo a lo largo de una vida o historia o relato, a veces sin querer o sin proponerselo», no hay nada que llame mi atención por original chocante o revelador, al revés, lo que me llama la atención lo hace por motivos equivocados «No hay gafas para la memoria cansada, querida mía». en resumidas cuentas, me parece una trama rebuscada, gratuita, mal desarrollada y una prosa de mierda hecha con trozos de otra que a lo mejor en su momento fue original. Es literatura de Corín Tellado (vale, no he leído a Tellado pero supongo que al menos sabia mantener la intriga) con ínfulas, una paella de chiringuito hecha con verduras congeladas y los langostinos que no se comieron los de la mesa de al lado.

Parte de esta crítica es subjetiva y está hecha desde mi gusto literario, sobra decir. Prefiero mil veces a que haya una acción que lleven adelante los personajes y de la que deducir mis propias mierdas, a que alguien me de la turra con las suyas propias menos cuando son bastante simplonas y que encima para disimularlo se invente una trama baratuja que avanza a pedos en un recorrido lleno de trucos malos y prosa rebuscada.

Aquí no hay puta emoción por ningún lado, se presupone que es un secreto familiar inconfesable, pero el tío lo despacha a las primeras de cambio sin que veamos cual era el obstáculo. Es el descubrimiento de un misterio-verdad inconfesable mas mierdoso de la historia de la literatura que recuerde. De una lectura pido que sugiera, estimule, provoque, no que sermonee y de una trama quiero que me entretenga, que el autor juegue con ella como un trilero y que lo haga bien, no es necesario que te tenga el culo como un tambor durante 300 paginas, pero oye, cierta tensión, un crescendo, un interés, algo. Por otro lado me pregunto, a quien le parecen estimulantes las reflexiones del Aliexpress de Marías, ¿a quién le interesa esta mierda? y lo que es aun peor, ¿a quien le parece esto literatura? Solo se me ocurre un uso adecuado a este tipo de lecturas y es el de llevar tus bioritmos al nivel de latencia e incluso así, igual un mamporrazo en la cabeza consigue lo mismo y hace menos daño. Tal vez es que no sea autor para mi, o que el tema del libro haya cambiado mucho en estos 25 años. En cualquier caso, felices los tiempos en que con una buena frase de inicio y una escena inicial se vendían millones de libros, hoy Javier andaría de becario en algún diario digital.

Written by Anónimo

junio 27, 2019 a 10:10 pm

Una respuesta

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  1. De verdad, qué truño de novela.Me la compré ayer y ya estoy que me subo por las paredes.No avanza,se estánca en chorradas.Que decepción

    Carmen

    noviembre 22, 2022 at 12:46 am


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