El hereu maldito.

Una de las peculiaridades que benefició históricamente al desarrollo empresarial catalán es la figura del hereu, el heredero, que venia a garantizar que el patrimonio familiar no se desperdigaría entre los hijos perdiendo su capacidad productiva. Que un hijo y no tres hereden la empresa familiar facilita la continuidad de las empresas familiares, no hay que ponerse de acuerdo en la dirección, ni hay que lidiar con uno que quiere vender y otro cambiar la producción al cultivo del boniato, ni siquiera las cuñadas tienen que llevarse bien, el principal enemigo de las empresas familiares, es conocido, es la familia.

Descartados los vástagos naturales del pater de la patria más determinados por el gen Ferrusola que el Pujol y más inclinados por las tentaciones de la vida regalada que por la del bregar político (tampoco muy sacrificado, pero más expuesto), la candidatura a la herencia del pequeño gran hombre quedó reducida a un pequeño número de delfines (o tiburones) del que destacó la cabeza intensa de Arturo Mas (no lo hago por molestar, se cambió el nombre en el 2000 demostrando por él mismo que no era un tipo de férreas convicciones).

Y es que Más parecía cumplir con todos los requisitos para el puesto. Impolutos orígenes familiares, pertenencia a una familia de posibles, militancia fiel y dedicada, ausencia de otros ideales que el mantener ese sistema tan generoso con la casta catalana instaurada durante el Pujolismo y por supuesto, como el mismo pater, sus fracasillos empresariales convenientemente silenciados. Dentro de CIU Más era alguien y daba y quitaba obras a cambio de comisiones, fuera, no tanto. Igual que Pujol.

No sorprendió que fuese el elegido, sin embargo el traje de CIU era un traje demasiado ajustado a la contrahecha figura del fundador. Más pronto comprobó que le venia largo de un lado, corto de otro, que le marcaba las costuras y le picaba. Y eso la gente lo notó, al menos quienes nunca se molestaron en leerse el prospecto de Ciu en las elecciones y despositaban sus voto a ciegas al comandante Pujol. CIU terminó perdiendo la generalitat aunque es justo reconocer que la figura de Pujol, el pujolismo, ciu y el 3 porciento había causado cierto desgaste.

La recuperaría, no obstante, por malas artes, se cuenta, con la connivencia de ZP y se juró a si mismo que no volvería a pasar hambre (es un decir), o frió, fuera de la poltrona. Solo fue el principio del fin de Mas, siempre más preocupado por mantener el sistema que tantos esfuerzos le supuso a Pujol poner en pie que en dedicarse a sus tareas, esto es, gobernar y ganarse el jubileo por lo legal que en un cargo político viene a ser por el voto del personal.

Tal vez ese haya sido su mayor error, la gente, que es un engorro y vota lo que no debe. Recortes impuestos y una mala lectura, de nuevo, de la voluntad popular lo llevaría a perder escaños a escape a cada elección que convocaba. Luego ya lo sabemos, desesperación, intriga, dolor de barriga, y abrazo desesperado a la causa independentista que no hace muchos años había denostado (bien sabia el truhan que las turbulencias son malas para el negocio) y que terminaría por resultar mortal.

Como fuere el negocio familiar con Mas nunca funcionó, nunca tuvo una mayoría que le permitiese gobernar con cierta tranquilidad y dedicarse a los trapicheos que era lo que tenia entrenado. La gente no se cree a los políticos desesperados, y tampoco tiene mucha simpatía a los que cambian el credo según los vientos. En su huida hacia delante dando soporte al secesionismo mas cateto Mas terminó perdiendo el partido en manos de otro presunto candidato de chiste (Montilla fue la primera vez que intentó el truco), arruinando su carrera política y dividiendo a la sociedad catalana en torno a una cuestión, en el fondo, improductiva. Algo que para un tipo como el que presume de pragmatismo solo puede calificarse se una manera, cruel y canalla: fracaso.

Se marcha ahora de la peor manera posible, sabiéndose un cero a la izquierda, ninguneado por el equipo del candidato de chiste que encontro en el baratillo y sin que nadie ni siquiera amague con echarlo de menos en lo que queda de su casa. El ultimo hereu ha arrasado con la hacienda familiar y del patrimonio del fundador no quedan ni las raspas (patrimonio político, se entiende, están forrados por todos los costados) y da la impresión de que el pobre Artur nunca comprendió cuando se jodio el Peru. Es la gente idiota.